Gracias Angelito, de corazón
Querido Angel:
No sé si una carta es lo ideal para despedirte. Porque fuiste vos quien nos confesaste que una vez rompiste una en pedacitos porque estabas haciendo todo lo posible por jugar la final del Mundial de Brasil y el Real Madrid de los millones no quería.
Eran otros tiempos. Aquellos en los que los resultados eran esquivos y vos, yo, todos sufríamos. A tal punto que osé criticarte. ¡Cómo me arrepentí! Pero quiero serte sincero. No cambié mi opinión después de tus goles en el Maracaná, Wembley o Lusail. Lo hice cuando leí esa carta que publicaste en 2018. Y si vos al fútbol le debés todo, los argentinos te debemos mucho a vos.
Anoche, cuando Pía y Mía ingresaron al estadio con la pelota del partido, me emocioné. Como cada vez que unías tus pulgares y tus índices para celebrar un gol. Como cuando frente a la pantalla te vi llorar apenas Messi metió el tercero en la final de Qatar. ¡Qué desahogo, por Dios! Y qué partido de la hostia te mandaste ese día. Como todo el equipo, bah.
Decidiste decir adiós. Y lo hacés cuando todavía podrías darle más al fútbol. ¿Acaso no es eso lo que hoy te dicen todos? Eso habla más de tu grandeza. De tus ganas de irte por la puerta grande. De decir basta y respetar tu palabra, aunque quisieran convencerte de lo contrario. ¿Sabés que vas a ocupar un lugar preponderante en el podio de los ídolos de la Selección, no? ¿Lo soñaste así alguna vez?
Alguien que de fútbol algo sabía apostó por vos y te dio continuidad con la celeste y blanca. El también debe estar contento desde el cielo, porque no se equivocó. Después de 145 partidos y 31 goles, deberá aparecer quien te reemplace. No le será fácil. Ni en la cancha ni en nuestro corazón, donde te has ganado un lugar enorme e insustituible. Tus lágrimas al dejar anoche la cancha son las de 45 millones de argentinos a los que supiste conquistar con el correr de los años.
Y esa nueva imagen, con la Copa América otra vez en tus manos, será la última postal de tu brillante carrera. No la más importante, tal vez. Pero sí la última. Y por eso tendrá siempre un valor incalculable.
No sé qué más decir. Sólo gracias.
Gracias, Angelito. De corazón.
Fuente: La Prensa