El eclipse más visto en Norteamérica

Los cielos se oscurecieron a pleno día mientras un eclipse total de Sol recorría ayer Norteamérica, dejando asombrados a quienes tuvieron la fortuna de presenciar el espectáculo cósmico con cielos despejados.

La eclipsemanía se extendió por México, Estados Unidos y Canadá mientras la Luna se colocaba por completo entre la Tierra y el Sol, bloqueando el paso de la luz. Prácticamente todos los habitantes de Norteamérica tuvieron garantizada al menos una vista parcial del eclipse, con la cooperación del clima.

Fue el eclipse más visto en el continente en la historia. Alrededor de 200 millones de personas viven sobre su trayectoria o cerca de ella, sin contar a las multitudes que se desplazaron para tener una mejor vista.

El espectáculo duró en total 310 minutos (algo más de 5 horas) y fue total en muchos puntos del Norteamérica, de sudoeste a noreste, desde Mazatlán, en México, hasta la costa este de Canadá pasando por Estados Unidos.

La NASA retransmitió en directo el fenómeno desde su página web y lanzó tres cohetes sonda para estudiar cómo se ve afectada la atmósfera superior de la Tierra, que posee carga eléctica.

EN NUEVA YORK

Tal como se esperaba, el eclipse se convirtió en una atracción efímera a su paso por Nueva York, una ciudad adicta a las novedades que el viernes vivió su primer terremoto en un siglo y ayer ya lo había olvidado: todas las miradas y las conversaciones se concentraron en el cielo durante unas horas.

La Gran Manzana celebró su eclipse parcial con fiestas de visionado en lugares icónicos como el observatorio del Empire State o el Museo Intrepid, y la expectación por el fenómeno astronómico dio lugar a reuniones espontáneas en calles y edificios, desde Times Square hasta la sede central de la ONU.

A las 14:15 hora local, cuando la luna empezó a tapar al sol, el Empire State encendió sus luces y al oeste de Manhattan, en el río Hudson, la cubierta del portaaviones que acoge el Museo Intrepid se llenó de cientos de personas pertrechadas con gafas especiales de usar y tirar.

“Es un evento muy ‘cool’, aunque los aztecas estarían aterrados: en una semana, hemos tenido un terremoto y un eclipse”, bromeó a la agencia EFE un neoyorquino llamado Leo, que intentaba tomar fotos poniendo las gafas sobre la lente del celular, uno de los gestos más repetidos de la jornada.

“Hemos repartido 3.000 gafas aquí”, dijo un trabajador, Kendry Vega, encargado de explicar la ciencia detrás del eclipse a los visitantes, y que subrayaba la importancia de usar esas gafas, con filtros cien veces más oscuros que los de unas gafas de sol normales, para proteger la vista.

La cálida espera tras una semana de lluvias fue agradecida por los neoyorquinos, que se relajaron tumbados en el suelo y en el césped de los muelles cercanos hasta ver llegar la “cuasi totalidad” del eclipse parcial -un 90 %-, acompañada de un manto de tenues nubes y de un coro de murmullos.

A las 15:25, hora punta del eclipse parcial, cuando el sol quedó reducido a una uña, una sombra se impuso sobre la ciudad, la sensación térmica pareció bajar unos grados y el silencio se adueñó de la fiesta de visionado, con la gente obnubilada contemplando un paisaje irrepetible.

Pero el panorama fue diferente al sur de Manhattan, en Washington Square Park, donde la escasez de gafas puso de relieve el espíritu ‘hippie’ de la zona, pues muchos las compartieron con desconocidos y una vez alcanzado el clímax del eclipse, la multitud rompió en aplausos y gritos.

Mientras, en la sede de la ONU, al este de la ciudad, diplomáticos de varios países se encontraron en la azotea de la cafetería y, haciendo gala del espíritu solidario de la organización, se prestaron algunas gafas, aunque lo que se escucharon fueron expresiones de decepción por no ver la ocultación total del sol.

En una calle del barrio de El Bronx se dio una situación común en toda la ciudad: los vecinos salieron frente a sus edificios, charlaron y dejaron las gafas a los más pequeños, fascinados con el asunto que no se repetirá hasta dentro de 20 años y que ayer interrumpió las actividades extraescolares en las escuelas de la ciudad.

Y solo minutos después de que sol volviera, los observatorios, museos, oficinas y hogares volvieron a su rutina, olvidando la urgencia por conseguir unas gafas que solo unas horas antes había generado largas filas para obtenerlas gratis y oportunidades de negocio para los más avispados.

EN EL NIAGARA

Ni el frío ni el cielo encapotado, que sólo permitió observar el eclipse solar total durante breves intervalos, amargaron la fiesta a centenares de miles de personas que llegaron de toda Norteamérica a las cataratas del Niágara para experimentar la oscuridad absoluta del fenómeno astronómico.

Aunque las autoridades canadienses habían previsto que alrededor de un millón de personas viajarían el lunes al lugar para presenciar el eclipse, las malas condiciones meteorológicas hicieron que muchos finalmente no se desplazaran a las famosas cataratas.

Aun así, cuando la luna empezó a cubrir el sol a las 14:04 hora local, centenares de miles de personas se agolpaban tanto en el lado estadounidense como en el canadiense de las cataratas para presenciar la conjunción astronómica a pesar de la gruesa capa de nubes que había impedido presenciar las primeras fases del eclipse.

Para desesperación de muchos, inicialmente, las condiciones meteorológicas no ayudaron. Pero tras diez minutos de espera, el tupido velo se aclaró lo suficiente como para revelar la progresión del eclipse. La multitud empezó a apuntar hacia donde se producía la conjunción al mismo tiempo que gritaban y aplaudían de satisfacción.

La escena se repitió en varias ocasiones durante una hora. Pero a medida que se acercaba el momento del eclipse total, a las 15:18 hora local, las nubes parecían espesarse sobre las cataratas del Niágara.

Como estaba previsto, a las 15:18, en el momento del eclipse solar total, la oscuridad fue absoluta. Solo el alumbrado de las calles y los celulares de los espectadores que grababan la insólita escena, proporcionaban luz mientras que las luces de neón de los hoteles y casinos brillaban con más intensidad.

 

FUENTE : LA PRENSA