La Copa Davis, un sueño hecho realidad
El baúl de los recuerdos. En 2016, después de una larga espera y varios intentos fallidos, el tenis argentino se llevó la Ensaladera de plata. Juan Martín del Potro fue el emblema de un equipo que hizo historia.
La famosa Ensaladera de plata era muy esquiva. No habían podido Guillermo Vilas y José Luis Clerc contra el imbatible John McEnroe en 1981. Tampoco alcanzó con el esfuerzo de David Nalbandian contra Rusia en 2006. Se escapó la gran oportunidad en Mar del Plata en 2008 frente a España, el rival que repitió el triunfo en 2011 en Sevilla. No había caso. Pero en 2016, con Juan Martín del Potro como emblema y con un equipo que lo secundó a la perfección, Argentina hizo realidad ese sueño imposible y ganó la Copa Davis al vencer a Croacia en Zagreb.
Las frustraciones eran interminables. El genial estadounidense McEnroe, el ruso Marat Safin, los españoles Feliciano López y David Ferrer en Mardel y otro oriundo de La Madre Patria como el implacable Rafael Nadal en Sevilla… Todos habían adquirido la fisonomía de obstáculos infranqueables. En 2016, la mejor carta de los croatas era Marin Cilic, que en ese momento estaba sexto en el ranking de la ATP. También estaba Ivo Karlovic, el gigante de 2,11 metros que sacaba a una velocidad salvaje. Y encima la final se disputaba en el Arena Zagreb, un escenario a pedir de los locales.
Tenía algo muy especial el equipo capitaneado por Daniel Orsanic… No contaba con una estrella de inmenso fulgor como el venerable Vilas ni con un excelente escudero como Batata Clerc, mucho menos con un jugador ciento por ciento copero como el cordobés Nalbandian… Más que nunca, era un equipo. Sí, Del Potro se llevaba todas las miradas, pero cuando faltó La Torre de Tandil aparecieron en roles protagónicos actores secundarios que estuvieron a la altura de las circunstancias.
Juan Martín del Potro era la estrella, pero el equipo contó con grandes actores secundarios como Federico Delbonis.
Guido Pella, Leonardo Mayer y Federico Delbonis habían demostrado que no les pesaba la responsabilidad. Cada uno de ellos había sido decisivo en las fases iniciales de la competición en la que estaba en juego esa copa de plata con forma de ponchera donada por el entonces tenista Dwight Davis en 1900. Nadie la veía como lo que realmente era y por eso, desde siempre fue la Ensaladera de plata. Sí, el zurdo bahiense, el Yacaré y Fede se habían encargado de llevar el equipo hacia adelante hasta que Del Potro apareció en escena.
PASO A PASO
Cuando el Grupo Mundial de la Copa Davis se puso en marcha el fin de semana del 4 al 6 de marzo, el tandilense se estaba recuperando de una operación. Orsanic se vio obligado a ejecutar una trabajosa selección para hacer frente al debut contra Polonia, en Gdansk. Es cierto que a los europeos les faltaba su principal jugador, Jerzy Janowicz, un grandote de 2,03 metros que sacaba bárbaro, y que no contaban con tenistas ubicados entre los cien mejores del escalafón mundial, pero la visita no se antojaba fácil para Argentina. La superficie del Ergo Arena era tan rápida que parecía un rival más peligroso que los integrantes del equipo capitaneado por Radoslaw Szymanik.
La gran apuesta de los dueños de casa era el punto de dobles, ya que Marcin Matkowski figuraba en el 15° puesto del ranking de la especialidad y Lukasz Kubot en el 28°. Argentina no contaba con una pareja de ese nivel y por eso les tocó jugar a Carlos Berlocq y Renzo Olivo, quien ese año había alcanzado su primera semifinal en un ATP 500, en Hamburgo.
Leonardo Mayer lideró al equipo en la serie contra Polonia.
En el segundo día de competencia, la dupla local se impuso 6-3, 6-4 y 6-4. Así recuperó las esperanzas luego de un desventajoso arranque por los triunfos del debutante Pella por 6-1, 6-4 y 7-5 (6) sobre Michał Przysiezny y de Leo Mayer -de notable actuación en la serie- contra Hubert Hurkacz por 6-2, 7-6 (3) y 6-2. En ese momento, Hurkacz era un jovencito de 19 años que estaba lejos de ubicarse en el top ten como lo ha hecho desde 2021 hasta el presente.
La victoria quedó sellada con el valiosísimo 6 (4)-7, 7-6 (4), 6-2 y 6-3 de Mayer sobre Przysiezny. Ya con el pasaporte a cuartos de final sellado, Olivo se dio el gusto de ganar su primer partido de singles contra Hurkacz por 6-4, 6 (6)-7 y 6-4.
Cuatro meses más tarde, las huestes de Orsanic emprendieron otro complicado viaje a Italia. En Pesaro las esperaban nada más y nada menos que Fabio Fognini y Andreas Seppi. Los peninsulares disponían de una muy buena alineación, pese a la ausencia del doblista Simone Bolelli. Argentina recuperaba a Del Potro, quien daba los pasos iniciales después de su operación, pero igual fue incluido en el equipo. El capitán tenía al tandilense guardado como un as bajo la manga.
Reapareció Del Potro y junto con Guido Pella se llevó el punto de dobles contra Italia.
Tal como lo había hecho Mayer contra los polacos, Delbonis se transformó en el abanderado albiceleste. Todos los aplausos fueron para Fede, quien batió a los dos singlistas italianos. Primero doblegó 7-6 (4), 3-6, 6-3 y 7-6 (3) a Seppi y cerró su faena con un 6-4, 7-5, 3-6 y 7-5 sobre Fognini. Este último, el mejor ranqueado de su equipo, había batido a Juan Mónaco por 6-1, 6-1 y 7-5 para darle al dueño de casa su único punto.
La reaparición de Del Potro había sido clave, pues, junto con Pella integró el dobles que superó al binomio Fognini – Paolo Lorenzi en un eterno partido que finalizó 6-1, 7-6 (4), 3-6, 3-6 y 6-4. Sí, Delpo era el as que tenía guardado Orsanic…
Argentina accedía a semifinales por séptima vez en una década. Las ilusiones nacían una y otra vez y morían con la misma frecuencia. No superaba esa instancia desde 2011 y encima nuevamente le tocaba jugar lejos de su tierra. En esa ocasión debía trasladarse al Emirates Arena, en Glasgow, para vérselas con la poderosa Gran Bretaña, liderada por Andy Murray, el número uno del mundo.
Andy Murray, el número uno del mundo, sucumbió ante La Torre de Tandil en Glasgow.
Una cancha dura a pedir de los locales fue el escenario en el que emergió en su esplendor Del Potro para consumar un espectacular triunfo por 6-4, 5-7, 6 (5)-7, 6-3 y 6-4 contra la principal raqueta de los británicos. Ese impacto inicial se vio magnificado por otra excelente tarea de Pella, quien dio cuenta de Kyle Edwards por 6 (5)-7, 6-4, 6-3 y 6-2. La sorpresa se intuía tan grande como las esperanzas argentinas de instalarse en la final.
Los hermanos Andy y Jamie Murray aportaron la cuota de suspenso a la definición merced a su éxito sobre Del Potro y Mayer. El 6-1, 3-6, 6-4 y 6-4 de los británicos puso el destino de la serie en los resultados del último día de competencia.
El mejor jugador del mundo de ese momento estableció el 2-2 al derrotar 6-3, 6-2 y 6-3 a Pella. El futuro estaba en manos de Mayer. El Yacaré había rendido varios exámenes con notas altas a lo largo del año. Le tocaba otra prueba difícil, pero volvió a demostrar su estirpe con un 4-6, 6-3, 6-2 y 6-4 sobre Daniel Evans. Argentina regresaba a la final. Las ilusiones renacían. También los temores.
Después de su tercera operación de muñeca, Del Potro cambió su revés, pero mantenía un drive incontenible.
UN TRIUNFO HISTÓRICO
El destino obligó a los hombres de Orsanic a armar las valijas para otro viaje. Los esperaba el Arena Zagreb, que, más allá de la más numerosa presencia del público local, contó con una nutrida representación de hinchas argentinos -entre ellos, nada más y nada menos que Diego Armando Maradona- abrazados al sueño eterno de festejar en la Copa Davis. El sueño muchas veces acabó en pesadilla, pero siempre volvió porque la esperanza es lo último que se pierde.
De visitante, como a lo largo de esa temporada en el Grupo Mundial, el equipo nacional se encontró con un Cilic en la cumbre de su carrera. Sexto en el escalafón de la ATP, ese año había ganado su primer título de un ATP Masters 1000, en Cincinnati, que se sumó al que consiguió en Basilea, ambos sobre canchas duras, quizás tan rápidas como las que Croacia había escogido para la finalísima.
Cilic hizo honor a su condición de pieza vital del equipo balcánico. Abrió la serie el 25 de noviembre con un triunfo muy ajustado sobre el batallador Delbonis. Necesitó cinco sets para cerrar un 6-3, 7-5, 3-6, 1-6 y 6-2. Un rato después, Del Potro resistió los palazos infernales de Karlovic en los saques y le ganó 6-4, 6 (6)-7, 6-3 y 7-5. El primer día arrojó una paridad que demostraba a las claras que el título iba a ser para aquellos que supieran soportar mejor la presión y que se atrevieran a soltar el brazo en los instantes más apremiantes.
El día de gloria de Fede Delbonis. Su triunfo sobre Ivo Karlovic hizo posible la conquista de la esquiva Copa Davis.
Al día siguiente, la buena pareja que Cilic conformaba con Ivan Dodig puso al frente a Croacia. El 7-6 (2), 7-6 (4) y 6-3 sobre la dupla Del Potro – Mayer dejó a los argentinos en una situación de extrema urgencia. Debían tener una jornada de cierre perfecta para torcer una historia demasiado profusa en sinsabores.
Y entonces Del Potro, el mismo que unos meses antes había sido sometido a una tercera operación en la muñeca derecha, demostró que estaba de regreso. Había caído estruendosamente en el ranking -arrancó el 2016 en el 590° puesto-, pero en la cancha seguía siendo un top ten. Es verdad que su revés había cambiado, pero su drive conservaba la irrefrenable potencia que lo había llevado en 2009 a superar al venerable Roger Federer en la final del US Open.
La Torre de Tandil exhibió su grandeza en un partidazo contra Cilic. El croata tuvo un arranque demoledor y se llevó los dos primeros sets por 7-6 (7-4 en el tie break) y 6-2. El argentino se puso de pie y por primera vez en su carrera dejó atrás una desventaja de dos sets para consumar un éxito memorable. Arrolló al balcánico en los siguientes tres parciales (7-5, 6-4 y 6-3) y hasta se dio el lujo de tirar una Gran Willy para ganar un punto y, en cierta medida, brindarle un homenaje al mítico Guillermo Vilas.
Delbonis, Del Potro y el capitán Daniel Orsanic, en pleno festejo.
El 2-2 llevó la intensidad del duelo a su máxima expresión. En condiciones normales, el último partido lo habría disputado Borna Coric, pero el talentoso joven debió someterse a una operación de rodilla y no llegó a punto para la serie. Por eso el encuentro decisivo tuvo a Karlovic en acción. Del lado argentino estuvo Delbonis, el héroe de la serie contra Italia. Y el zurdo de Azul jugó con la convicción de que en sus manos estaba el futuro del equipo.
Hizo del saque un arma letal y aguantó los sablazos de Karlovic. A los croatas pareció preocuparles el daño que podría causar el drive de Del Potro y tanto la superficie como las pelotas elegidas para la ocasión no eran tan rápidas como podría haberse esperado. En ese marco, Delbo se sintió cómodo. Fue sólido, se mostró confiado y se equivocó poco y nada. Se quedó con el primer set por 6-3 y también con el segundo, por 6-4.
Karlovic estaba entre la espada y la pared. No había sido rival en los dos primeros parciales y no lo fue en el tercero. Delbonis anotó otro 6-4 y selló el 3-2 definitivo. Se dejó caer sobre la carpeta azul grisácea y sintió que tenía el mundo en sus manos. Muy pronto notó que una montaña humana se abalanzaba sobre él. Del Potro y Leo Mayer y el resto de la delegación argentina se fundían con él en el festejo.
Los héroes de Zagreb: Leo Mayer, Delbonis, Pella, Del Potro y Orsanic.
Las lágrimas brotaban incontenibles, las risas amplias no entraban en los rostros… Argentina, por fin, era campeona de la Copa Davis. Al final no era tan esquina la Ensaladera de plata. La historia del tenis se había reescrito ese 27 de noviembre en Zagreb. De una vez por todas, el sueño se había hecho realidad.
FUENTE : LA PRENSA