Bergoglio, una voz argentina para un mundo en crisis
El 13 de marzo de 2023 se cumplen diez años de que Bergoglio fue elegido Papa. Diez años de aquella tarde en la que todos los argentinos nos sorprendimos, alegramos y hasta festejamos en las calles.
Y como para comprender a Francisco hay que entender a Bergoglio, quiero, en este décimo aniversario, volver a un texto que escribió durante un verano en Buenos Aires, apenas algunas semanas después de la debacle de diciembre de 2001 y que publicó en marzo de 2002. Se trata de un largo documento llamado Mensaje del Arzobispo de Buenos Aires a las comunidades educativas y que recomiendo leer atentamente en su totalidad.
En dicho texto Bergoglio se valía del poema nacional Martín Fierro para plantear la necesidad de asumir con valentía el gran desafío que se abría para los argentinos a partir de la dramática crisis que se vivía entonces. Proponía los valores de la inclusión y la amistad social como determinantes para crecer como pueblo y como nación.
En un apartado de ese texto, Bergoglio reflexionaba sobre el Martín Fierro como “un poema incluyente”. Ya que se trata, dirá, de una obra de denuncia y oposición a la política oficial excluyente, que propone la inclusión del gaucho dentro del país que se estaba construyendo entonces.
El gaucho Martín Fierro se convirtió en el prototipo del perseguido por un sistema injusto y excluyente, y en él se hace carne cierta sabiduría popular recibida del ambiente, promoviendo la dignidad del hombre en su tierra y haciéndose cargo de su destino a través del trabajo, el amor, la fiesta y la fraternidad.
Bergoglio reflexionaba sobre la situación de ese fin de 2001 y se preguntaba si no estábamos en una situación parecida a la del Martin Fierro, sufriendo las consecuencias de un modelo de país armado en torno a determinados intereses económicos, excluyente de las mayorías, generador de pobreza y marginación, tolerante con todo tipo de corrupción que no tocara los intereses del poder más concentrado. Además, señalaba cómo todos habíamos formado parte de ese sistema perverso, aceptando de algún modo sus principios y cerrando los ojos ante los que quedaban fuera e iban cayendo ante la aplanadora de una injusticia que terminó prácticamente expulsándonos a todos.
Bergoglio planteaba finalmente la necesidad de articular entre todos los argentinos un proyecto político en su sentido más amplio, orientado hacia una sociedad donde todos tengan lugar, desde el comerciante porteño hasta el gaucho del litoral, el pastor del norte, el artesano del Noroeste, el aborigen y el inmigrante. Y decía entonces el actual Papa que era necesario volver a apostar por la educación como un medio importante de integración social y nacional.
Leyendo aquel texto nos encontramos con el pensamiento de Bergoglio y con el corazón de Francisco. Un Papa “formado” por las crisis argentinas y que hoy le propone al mundo y a la historia los ideales y caminos aprendidos de nuestra experiencia nacional. Un Papa que propone reimaginar el mundo, para que haya lugar para todos. Un Papa que muestra la urgencia vital de cuidar a la “hermana madre tierra”, la casa común de todos. Un Papa que propone rehabilitar la política, porque es la forma más elevada de la caridad. Un Papa que invita a los movimientos y comunidades a organizarse y trabajar por “las tres T” (tierra, techo y trabajo). Un Papa que sueña con “una Iglesia pobre y para los pobres” acorde a la propuesta de Cristo en el Evangelio. Un Papa que se siente y se comporta como hermano de todos, absolutamente todos.
En estos años lamentablemente muchos argentinos han ido tomando distancia de su mensaje, distraídos quizás por los conflictos de nuestra coyuntura. Pero hoy sería bueno escuchar su voz. Es que, como decía Bergoglio allá por el 2002, “a la Argentina le llegó el momento de una decisión crítica, global y fundante, que compete a cada uno de sus habitantes; la decisión de seguir siendo un país, aprender de la experiencia dolorosa de estos años e iniciar un camino nuevo, o de hundirse en la miseria, el caos, la pérdida de valores y la descomposición como sociedad.”
Por eso creo que hoy es particularmente necesario intentar mirar a Bergoglio para comprender mejor a Francisco y descubrir la relevancia extraordinaria de su voz ante los problemas del mundo de hoy, y especialmente de la Argentina. Este décimo aniversario nos da la oportunidad de volver a intentarlo. Ojalá podamos hacerlo.
FUENTE : LA PRENSA